La coincidencia me desconcertó. Mientras revisaba unos informes de Inteliencia sobre los hallazgos encontrados por los militares ecuatorianos, luego del bombardeo al campamento de las FARC en Angostura, a mediados de agosto, encontré un dato crucial.
En un párrafo se indicaba que en el sitio se había encontrado un mapa con las coordenadas de la hacienda Nidia, en la zona conocida como Bocana del Búa (entre Santo Domingo de los Tsáchilas y Esmerladas), donde se presumía que operaban los GIAC, Grupos Ilegales Armados de Colombia.
En segundos até cabos con una denuncia que meses antes me había hecho un hacendado ecuatoriano que tiene una propiedad en La Bocana. Él llegó desde Santo Domingo y me contó que desde el año 2005 un grupo armado colombiano había sembrado el terror en la zona, donde había ejecutado a más de diez campesinos. Y que estaban amenazando a todos los que tenían propiedades en la región para que abandonen sus tierras y se las arrienden.
Al juntarse esos dos datos llamé al hacendado y me dijo que los armados estuvieron permanentemente en la zona hasta mediados de marzo del 2008, luego del bombardeo, cuando se replegaron a otras zonas.
Luego viajé a la región y recogía los testimonios de más de diez campesinos, abogados, defensores de DD.HH., fiscales y policías, que confirmaron la presencia del grupo armado y las ejecuciones.
martes, 19 de mayo de 2009
jueves, 30 de abril de 2009
Raúl Reyes era el camaleón mayor
A fines de febrero pasado terminé de redactar el último borrador de mi libro El Juego del Camaleón, los secretos de Angostura. Unos cuatros o cinco meses antes estaba barajando varios nombres para la obra: primero había pensado los secretos que destapó Angostura, luego la noche del Camaleón, la estrategia del camaleón... hasta que finalmente me decidí por el juego, porque en general buena parte de los personajes que cruzan por mi historia son camaleones todo el tiempo: los agentes e informantes infiltrados en las FARC; algunos colaboradores de las FARC que nunca han admitido su apoyo a la guerrilla; los investigadores que viven una doble vida y se hacen pasar como militantes extremistas de grupos radicales que apoyan a las FARC; los guerrilleros que pasan como civiles al país...
Desde el jueves pasado estuve en Bogotá, Colombia, para dar una conferencia sobre el periodismo de investigación en el campo judicial y cómo una investigación se convierte en un libro. La charla fue escuchada por 400 estudiantes, periodistas y profesores colombianos, algunos de los cuales luego me aboradoron para comentar el método deductivo y sistémico que yo expuse como base de mi trabajo periodístico. La verdad tuve una excelente acogida, los asistentes estaban gratamente sorprendidos de la relación entre la teoría y la práctica en las investigaciones que hemos realizado en la sección Judicial de El Comercio. En eso precisamente estoy empeñado desde hace varios meses: en pulir un método que conjugue varias teorías epistemológicas y el trabajo empírico de reportería. Creo que eso es fundamental para compartir con los estudiantes universitarios y los profesores de Periodismo.
El lunes tarde, antes de embarcarme en el avión que me traería de vuelta a Quito, encontré en un librería un texto titulado "Raúl Reyes, el canciller de la Montaña", del periodista José Gregorio Pérez. En general el libro se basa en los supuestos correos encontrados en el computador de Reyes, luego del bombardeo de Angostura, el 1 de marzo. Es decir que recoge la información que los servicios secretos colombianos les interesa divulgar, lo cual le resta credibilidad a esa obra. Cabe mencionar que en mi libro yo no usé esos correos como una fuente directa de información, por todos los cuestionamientos que recibieron.
No obstante, en el texto encontré un dato que me llamó muchísimo la atención (que no está en los correos): Entre los guerrilleros encargados de la Oficina Internacional de las FARC Raúl Reyes era conocido como el camaleón. Nunca antes yo conocí esa información, sino hasta el lunes ¿Una mera coincidencia?
Desde el jueves pasado estuve en Bogotá, Colombia, para dar una conferencia sobre el periodismo de investigación en el campo judicial y cómo una investigación se convierte en un libro. La charla fue escuchada por 400 estudiantes, periodistas y profesores colombianos, algunos de los cuales luego me aboradoron para comentar el método deductivo y sistémico que yo expuse como base de mi trabajo periodístico. La verdad tuve una excelente acogida, los asistentes estaban gratamente sorprendidos de la relación entre la teoría y la práctica en las investigaciones que hemos realizado en la sección Judicial de El Comercio. En eso precisamente estoy empeñado desde hace varios meses: en pulir un método que conjugue varias teorías epistemológicas y el trabajo empírico de reportería. Creo que eso es fundamental para compartir con los estudiantes universitarios y los profesores de Periodismo.
El lunes tarde, antes de embarcarme en el avión que me traería de vuelta a Quito, encontré en un librería un texto titulado "Raúl Reyes, el canciller de la Montaña", del periodista José Gregorio Pérez. En general el libro se basa en los supuestos correos encontrados en el computador de Reyes, luego del bombardeo de Angostura, el 1 de marzo. Es decir que recoge la información que los servicios secretos colombianos les interesa divulgar, lo cual le resta credibilidad a esa obra. Cabe mencionar que en mi libro yo no usé esos correos como una fuente directa de información, por todos los cuestionamientos que recibieron.
No obstante, en el texto encontré un dato que me llamó muchísimo la atención (que no está en los correos): Entre los guerrilleros encargados de la Oficina Internacional de las FARC Raúl Reyes era conocido como el camaleón. Nunca antes yo conocí esa información, sino hasta el lunes ¿Una mera coincidencia?
martes, 21 de abril de 2009
Cómo conocí a Nubia Calderón, en Quito
Los diálogos en el departamento de El Caguán, en Colombia, entre las FARC y el Gobierno, estaban en apogeo. Hacía pocos meses que yo acababa de enrolarme en El Comercio, para trabajar como reportero en la sección Judicial. A inicios de 2000 me cité con un sindicalista en una radio en el centro de Quito, para tratar de concretar un viaje a El Caguán y hacer un reportaje sobre los diálogos de paz. Entonces conocí a Nubia Calderón, la colombiana que era la representante de las FARC en Ecuador, quien estaba con su hija y otro amigo colombiano. Calderón se portó muy amable y atenta, y nos dio diversos datos para llegar a la zona. Tenía una gran confianza en su amigo ecuatoriano, quien la ayudaba en todo lo que podía, debido a su admiración por los procesos revolucionarios. La siguiente semana tomamos un vuelo a Cali y de ahí a Neiva. Como no había vuelos al Caquetá decidimos alquilar un taxi y desplazarnos por tierra hasta El Caguán, durante más de ocho horas. Llegamos, aunque no teníamos ninguna acreditación ni pase oficial.
Allí permanecí tres días, hospedado en una pensión, en el centro del poblado repleto de prensa extranjera y representantes de diversos países. Por primera vez conocí a Raúl Reyes y a su brazo derecho, Simón Trinidad, que eran los encargados de los diálogos con el gobierno. Conversé con unos diez guerrilleros y guerrilleras, entre jefes y miembros de la tropa, y con tres ecuatorianos (comerciantesa) que vivían en El Caguán. Las FARC tenían una buena imagen y sus miembros recibían el respaldo de los lugareños porque habían reducido los delitos. Dejé el poblado con la sensación de que la paz estaba por llegar a Colombia, pero me equivoqué, en 2002 el diálogo se rompió abrupatamente, y el Gobierno colombiano empezó una arremetida sin precedentes contra las FARC, que ahora también nos pasa la factura a los ecuatorianos.
Allí permanecí tres días, hospedado en una pensión, en el centro del poblado repleto de prensa extranjera y representantes de diversos países. Por primera vez conocí a Raúl Reyes y a su brazo derecho, Simón Trinidad, que eran los encargados de los diálogos con el gobierno. Conversé con unos diez guerrilleros y guerrilleras, entre jefes y miembros de la tropa, y con tres ecuatorianos (comerciantesa) que vivían en El Caguán. Las FARC tenían una buena imagen y sus miembros recibían el respaldo de los lugareños porque habían reducido los delitos. Dejé el poblado con la sensación de que la paz estaba por llegar a Colombia, pero me equivoqué, en 2002 el diálogo se rompió abrupatamente, y el Gobierno colombiano empezó una arremetida sin precedentes contra las FARC, que ahora también nos pasa la factura a los ecuatorianos.
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